Nos evaporamos por la noche como los recuerdos,
acompañados del silencio de las horas que se fueron.
A veces vigilantes -casi perseguidos-,
otras pasamos las horas sin sobresaltos.
Llega la madrugada y queremos levantarnos como bruma,
haciendo como que ya nos hemos superado.
Los primeros rayos de sol nos desintegran,
dispersando los humos del alma al retiro del día.
Llevamos la marca del diablo -el orgullo y la vergüenza-,
caminamos despreocupados, sonrientes, radiantes.
Llega la noche y las lágrimas recorren los páramos de la inconsciencia;
empieza de nuevo. Sólo en sueños.
domingo, diciembre 11, 2011
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